lunes, 22 de junio de 2009

Descubrimiento de las siete ciudades, por el padre fray Marcos de Niza PARTE IV



En esta nueva entrega se detalla todas las cosas que esta por descubrir Fray Marcos de Niza, al acercarse al reino de Cíbola, basandose en los rastros que va encontrando de Estabanico, el mulato que envio de avanzada...



Descubrimiento de las siete ciudades, por el padre fray Marcos de Niza PARTE IV


Los cuales me dijeron que, de allí, iban en treinta jornadas a la ciudad de Cíbola, que es la primera de las siete; y no me lo dijo solo uno, sino muchos; y muy particularmente me dijeron la grandeza de las casas y la manera dellas, como me lo dijeron los primeros. Y decíanme que, demás destas siete ciudades, hay otros reinos que se llaman Marata y Acus y Totonteac; quise tres saber a qué iban tan lejos de sus casas, y dijéronme que iban por turquesas y por cueros de vacas y otras cosas; y de lo uno y de lo otro tienen en aqueste pueblo cantidad; asimismo quise saber el rescate con que lo habían, y dijéronme que con el sudor y servicio de sus personas, que iban a la primera ciudad, que se dice Cíbola, y que sirven allí en cavar las tierras y en otros servicios, y que les dan cueros de vacas, de aquellos que allí tienen, y turquesas, por su servicio. Y estos deste pueblo traen todos turquesas colgadas de las orejas y de las narices, finas y buenas, y dicen que dellas están hechas labores en las puertas principales de Cíbola. Dijéronme que la manera del vestido de los de Cíbola es: unas camisas de algodón, largas hasta el empeine del pie, con un botón a la garganta y un torzal largo que cuelga dél, y las mangas destas camisas, anchas tanto de arriba como de abajo; a mi parescer es como vestido bohemio. Dicen que andan ceñidos con cintas de turquesas, y que encima destas camisas, los unos traen muy buenas mantas y los otros cueros de vacas, muy bien labrados, que tienen por mejor vestido, de que en aquella tierra dicen que hay mucha cantidad, y asimismo las mujeres andan vestidas y cubiertas hasta los pies, de la misma manera. Rescibiéronme estos indios muy bien y tuvieron mucho cuidado de saber el día que partí de Vacapa, para tenerme en el camino comida y aposentos; y traíanme enfermos que los curase, y procuraban de tocarme en la ropa, sobre los cuales yo decía el Evangelio. Diéronme algunos cueros de vaca, tan bien adobados y labrados, que en ellos parecía ser hechos de hombres de mucha pulicía, y todos decían que venían de Cíbola. Otro día seguí mi camino, llevando comigo los pintados que no me querían dejar. Llegué a otra población, donde fui muy bien recibido de la gente della, los cuales asimismo procuraban de tocarme la ropa, y me dieron noticia de la tierra que yo llevaba, tan particularmente como los de atrás, y me dijeron cómo de allí había ido gente con Esteban Dorantes, cuatro o cinco jornadas; y aquí topé una cruz grande, que Esteban me había dejado, en señal de que la nueva de la buena tierra siempre crescía, y dejó dicho que me dijesen que me diese mucha priesa, que él me aguardaría al cabo del primer despoblado. Aquí puse dos cruces y tomé posesión, conforme a la instrucción, porque me pareció ser aquella mejor tierra que la que quedaba atrás, y que convenía desde allí hacer autos de posesión. Y desta manera anduve cinco días, hallando siempre poblado y gran hospedaje y rescibimiento y muchas turquesas y cueros de vaca y la misma razón de la tierra; y luego me decían todos de Cíbola y de aquella provincia, como gente que sabía que iba en demanda della, y me decían cómo Esteban iba delante, del cual tuve allí mensajeros de los vecinos de aquel pueblo que habían ido con él, y siempre cargándome la mano en decir la grandeza de la tierra y que me diese priesa. Aquí supe que, desde a dos jornadas, toparía con un despoblado de cuatro jornadas, en que no hay comida, mas que ya estaba prevenido para hacerme casas y llevarme comida; dime priesa, pensando de topar al fin dél con Esteban, porque allí me envió a decir que me aguardaría. Antes de llegar al despoblado, topé con un pueblo fresco, de regadío, a que me salió a rescibir harta gente, hombres y mujeres, vestidos de algodón y algunos cubiertos con cueros de vacas, que en general tienen por mejor vestido que el de algodón. Todos los deste pueblo andan encaconados con turquesas que les cuelgan de las narices y orejas, y a ésta llaman cacona; entre los cuales venía el Señor deste pueblo y dos hermanos suyos, muy bien vestidos de algodón, encaconados, y con sendos collares de turquesas al pescuezo; y me trujeron mucha caza de venados, conejos y codornices, y maíz y piñol, todo en mucha abundancia; y me ofrescieron muchas turquesas y cueros de vaca, y jícaras muy lindas y otras cosas, de lo cual no tomé nada, porque así lo acostumbro a hacer después que entré en la tierra donde no tenían noticia de nosotros. Y aquí tuve la misma relación que antes, de las siete cibdades y reinos y provincias, que arriba digo que tuve; e yo llevaba vestido un hábito de paño pardo, que llaman de Saragoza, que me hizo traer Francisco Vázquez de Coronado, gobernador de la Nueva Galicia; y el Señor deste pueblo y otros indios tentaron el hábito con las manos, y me dijeron que de aquello había mucho en Totonteac, y que lo traían vestido los naturales de allí, de lo cual yo me reí, y dije que no sería sino de aquellas mantas de algodón que ellos traían; y dijéronme: «¿piensas que no sabemos que eso que tú traes y lo que nosotros traemos es diferente? Sabe, que en Cíbola todas las casas están llenas desta ropa que nosotros traemos más; mas en Totonteac hay unos animales pequeños, de los cuales quitan lo con que se hace esto que tú traes». Yo me admiré, porque no había oído tal cosa hasta que llegué aquí, y quíseme informar muy particularmente dello, y dijéronme que los animales son del tamaño de dos galgos de Castilla que llevaba Esteban; dicen que hay muchos en Totonteac; no pude atinar qué género de animales fuese.

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